viernes, 20 de septiembre de 2013

Fui a por setas y encontré un Champiñón y una Lepista

Hace un par de días, al llegar a casa del trabajo, decidí ir hasta un prado cercano para ver si había salido alguna seta después de las pocas gotas caídas los días anteriores. Es un lugar no explotado por los seteros, donde tengo mi “vivero particular” de champiñones y Lepista Nuda, por lo que me vais a permitir que no desvele su emplazamiento.
Empezaba a chispear y estuve pensando si ir o no, pero ya me había cambiado los zapatos y cogido el cesto y el cuchillo, y además Frida y Xiana ya estaban entusiasmadas con el paseo, así que allá me fui.
Para llegar al prado tengo que pasar por un camino amplio entre dos bosquecillos, lo recorrí y me di un paseo por el lugar en el que habitualmente crecen las setas. Dando una vuelta vi que de momento, la tierra estaba muy seca, con lo que no había ni asomo de champiñones ni lepistas.
El día se iba convirtiendo en noche y al volver al camino, cerca ya de la carretera, oí un ruido inusual. Miré hacia los árboles intentando localizar un mochuelo, ya que el ruido era parecido al que emite esta ave nocturna, una especie de “maaau-maaau”. (Pincha para oírlo)
Como no vi el pájaro por ningún sitio, intenté localizar mejor el origen del sonido, que seguía oyendo, simplemente por curiosidad. Así pensé que podía ser un gato que estuviese en las zarzas que bordean el camino. Miré y remiré pero tampoco vi nada, así que, aguzando el oído, detecté que el ruido provenía de más abajo, del suelo.
Allí vi una seta cuesco de lobo, que cuando están maduras explotan para diseminar las esporas. Entonces pensé: aunque nunca haya oído algo así, es posible que la seta, al inflarse haga un ruido extraño. Sé que suena un poco extraño, pero llegado este punto, yo ya no sabía qué pensar…
Con las orejas bien abiertas, busqué todavía más el origen de aquel extraño sonido, y detecté que provenía de la tierra, un poquito más a la izquierda del cuesco de lobo. Cogí un palito y escarbé un poco, esperando que saliera cualquier cosa, un lagarto, un bicho o quizás encontrarme con la madriguera de algún animal como un raposo o yo qué sé…
Entonces, cuando ya había apartado algo de tierra, vi que algo rebullía, como cuando un topo sube. Seguí escarbando y apareció: ¡UN HOCIQUITO y UNOS OJITOS cerrados!
Tiré el palito y empecé a escarbar con las manos, hasta que saqué un cachorrito de perro y debajo de él otro más… Estaban muy fríos, llenos de tierra, pero ¡VIVOS!





No os podéis imaginar la emoción que sentí en aquel momento, una mezcla de confusión, dolor, alegría e indignación.
Cogí los perritos, los metí en el cesto y me fui corriendo para casa, llorando a moco tendido y gritando a los cuatro vientos todos los improperios que me salieron por la boca, y que no puedo transcribir por motivos obvios.  
Al llegar al portal de la finca, no sabía ni dónde había metido la llave, y cuando por fin fui capaz de abrir y llegué a casa, gritando todas aquellas maldiciones, Luis salió muy preocupado por ver qué me había pasado. Yo estaba tan nerviosa que no podía parar de llorar. Le expliqué cómo había sucedido todo y entonces pensé que a lo mejor no había mirado bien y todavía había más, así que me volví a marchar, y cuando revisé bien vi que la indignidad humana no se había superado y sólo eran dos los enterrados.
Los limpiamos un poco y lo primero que hicimos fue meterlos en una cajita con una lámpara de calor, de las que uso para criar los pájaros. Supongo que no llevaban mucho tiempo bajo tierra, porque hubieran muerto por hipotermia o por asfixia.

Toda esta historia me ha hecho reflexionar en dos direcciones:

La primera, ¿existe el destino? ¿Por qué aquel día justamente decidí ir a ver si habían nacido las setas? Todavía no lo había hecho en todo lo que va de mes… ¿Por qué no oí nada cuando pasé la primera vez por el camino? ¿Por qué me llamaron para que los rescatara de una muerte segura? Me siento la elegida, y aunque pueda parecer que voy a tener dos perros más, creo que en realidad, son ellos los que van a tener una persona. Champiñón y Lepista, dueños de Maricel.

La segunda, ¿sigue el hombre siendo primitivo en el S XXI? ¿Cómo es capaz de enterrar vivos a dos cachorros indefensos y al mismo tiempo preocuparse de que la mascota virtual de su hijo no se quede sin comida? En estos tiempos de globalización, exceso de información y tecnología punta, entiendo que cualquier propietario de perros tiene acceso a la castración, a los métodos anticonceptivos, o al aborto, llegado el caso. Y si no, entregar los perrillos en un refugio o poner un anuncio en las múltiples páginas de Internet hubiera sido la mejor  opción. Cualquier cosa antes que cometer esta indignidad, que espero que cargue sobre la conciencia del ser inhumano que lo ha hecho y que le impida dormir de aquí a la eternidad.





Pero nosotros, en Moruxo, felices con los nuevos habitantes, sintiéndonos rejuvenecer otra vez, poniendo el despertado a las 4 de la madrugada para hacerles el biberón, que tienen que comer cada 4 horas. Y así, todavía con sus ojitos cerrados, vamos sintiendo su amor y se nos llena el corazón de gozo.